¿Se deben reabrir las escuelas?

A nivel global, los países se encuentran tomando medidas sin precedentes para frenar la propagación de la COVID-19, el cierre de los colegios es una de ellas, sin embargo, tanto la efectividad en la reducción de la mortalidad, como el costo social y económico asociado, aún se desconocen.

te publicó un estudio que analiza esta técnica.

Existe consenso en que la suspensión de clases presenciales en los establecimientos educacionales evita el contacto entre estudiantes, reduce la transmisión del virus y la aparición de casos nuevos; la evidencia proviene principalmente de los modelos proyectados para la influenza pandémica.1 Recientemente, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que estas medidas han creado una «segunda ventana de oportunidad» para enfrentar la pandemia y detener la transmisión del virus, advirtiendo que «lo último que necesita un país es abrir escuelas y negocios, solo para verse obligado a cerrarlos nuevamente debido a un rebrote» refiriéndose a la eventual flexibilización de las medidas.2

Según datos de la UNESCO, aproximadamente 1.500 millones de niños, niñas y jóvenes han sido afectados por el cierre de escuelas en más de 180 países. En Chile, son más de 3,5 millones de estudiantes que se encuentran sin clases, pero ¿cuál es la efectividad de esta medida? ¿Cuándo es el momento apropiado para implementarla y por cuánto tiempo? Aún falta evidencia para responder estas preguntas y, sin duda, no será una tarea fácil, menos en plena crisis.

Algunos estudios han sugerido que el cierre de las escuelas como medida aislada tendría una efectividad limitada en el control de la COVID-19,3 otros enfatizan en que se requiere la combinación de múltiples intervenciones como esta para tener un impacto significativo en la transmisión del nuevo coronavirus.4 Las investigaciones concuerdan en que la medida conlleva inconvenientes que deben ser sopesados. Por ejemplo, hasta ahora no ha sido considerada la posible ausencia de trabajadores de la salud por obligaciones de cuidado infantil.

Un reciente estudio5 de la Universidad Estatal de Colorado y la Universidad de Yale analizó este escenario. Utilizando los datos de los reportes mensuales de la encuesta de población actual de EE. UU., entre enero de 2018 y enero de 2020, que incluyen información sobre más de 3,1 millones de personas repartidas en 1,3 millones de hogares, identificaron los segmentos de la fuerza laboral de atención médica que están más expuestos a las obligaciones de cuidado infantil por el cierre de escuelas y establecieron un modelo para estimar el nivel crítico en el que la importancia de la oferta de mano de obra sanitaria ―para aumentar la probabilidad de supervivencia de un paciente con COVID-19― sobrepasaría los beneficios del cierre de las escuelas y, en última instancia, aumentaría la mortalidad acumulada.

El modelo establece dos vías a través de las cuales el cierre de las escuelas podría afectar la mortalidad inducida por patógenos. La primera contempla la disminución de casos (incluyendo los casos de infección de trabajadores de la salud), y la segunda, la reducción de la fuerza laboral de la salud que atiende a pacientes enfermos y previene la mortalidad. Los investigadores caracterizaron la estructura familiar de los trabajadores de la salud de Estados Unidos, estableciendo la proporción de padres solteros y las posibles opciones de cuidado infantil dentro del hogar (por ejemplo, otros adultos que no trabajen), centrándose en el cuidado de niños(as) de 3 a 12 años y asumiendo que los niños(as) de 13 años o más pueden cuidar a sus hermanos(as) pequeños.

Los resultados de la investigación publicada en la prestigiosa revista The Lancet sugieren que alrededor del 29 % de los trabajadores de la salud de los Estados Unidos necesitan brindar atención a niños entre 3 a 12 años y que al menos uno de cada siete trabajadores podría tener que faltar al trabajo en ausencia de alternativas de cuidado infantil. El estudio también determinó que algunas profesiones estaban más expuestas que otras a las obligaciones de cuidado infantil, por ejemplo, el 22 % de enfermeras(os) practicantes, el 21 % de las y los asistentes de médicos, el 19 % tecnólogos y técnicos de diagnóstico y el 16 % de médicos y cirujanos necesitará cuidado infantil.

Además, el análisis encontró que el 30 % de la fuerza laboral de atención médica ―que representan el segmento con mayor probabilidad de proporcionar control de infecciones a los ancianos en hogares y en otras instalaciones―, tales como auxiliares de enfermería, psiquiatras, asistentes médicos a domicilio y enfermeras(os) en práctica y licenciadas(os), representan las profesiones con la mayor proporción de trabajadores que son padres solteros. Las necesidades de cuidado infantil también varían entre los estados del mismo país y es Dakota del Sur quien encabeza la lista.

El modelo predice que si la fracción de letalidad (la proporción de personas que muere de todos los infectados) aumenta del 2 % a más del 2,4 %, cuando la fuerza laboral de la salud disminuye en un 15 %, el cierre de las escuelas podría conducir a un mayor número de muertes que las que previene. Sin embargo, existen variaciones importantes según las diferentes cargas de cuidado infantil en cada estado.

Cerrar escuelas, como medida de distanciamiento físico, busca «aplanar la curva», esto significa garantizar la capacidad de atención médica y hospitalaria para reducir la mortalidad, este es el primer análisis explícito que evalúa esta acción en términos de su efecto en la fuerza laboral de salud y la probabilidad de supervivencia del paciente, sin embargo, como declaran los mismos autores, no está exento de limitaciones. Por ejemplo, el modelo no incluye la mortalidad por otras afecciones que podrían ocurrir si la fuerza laboral en salud se reduce, además está basado en el virus de la influenza, al cual los niños son particularmente vulnerables, en contraste con los datos preliminares sobre el nuevo coronavirus, que sugieren que los niños pueden ser menos vulnerables, lo que pone en foco que el beneficio del cierre de escuelas puede ser menor que el esperado para la influenza.

Finalmente, los autores señalan que cerrar las escuelas tempranamente en un brote epidémico podría prevenir más casos y provocar que menos trabajadores de la salud se infecten y, por lo tanto, puedan tratar a más pacientes.

A medida que la pandemia se extiende por el mundo, incrementa la presión sobre las autoridades y formuladores de políticas públicas, quienes deben ponderar la implementación de acciones para guiar a sus comunidades a través de la crisis por el nuevo coronavirus. En un escenario altamente dinámico, comunicar la evidencia científica a quienes toman las decisiones, aclarando las suposiciones y las incertidumbres asociadas a los resultados de investigación, será clave para asegurar su utilidad en la implementación y adaptación de acciones.

Referencias

1.- https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1755436518301749

2.- https://www.who.int/dg/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19—25-march-2020

3.- https://www.thelancet.com/journals/lanchi/article/PIIS2352-4642(20)30095-X/fulltext

4.- https://www.imperial.ac.uk/media/imperial-college/medicine/mrc-gida/2020-03-16-COVID19-Report-9-Spanish.pdf

5.- https://www.thelancet.com/pdfs/journals/lanpub/PIIS2468-2667(20)30082-7.pdf

 

 

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