La Investigación científica en Chile es financiada públicamente, pero su acceso es privado ¿Para quién producimos?

Actualmente las universidades nacionales definen su sistema de designaciones y ascensos mayoritariamente en función de la cantidad de publicaciones de sus académicos(as), en revistas de investigación indexadas, las cuales cumplen ciertos criterios definidos de calidad, periodicidad, revisión de pares e impacto de la investigación, que le permiten ser listadas en alguna base de datos/índices/repertorios de consulta mundial.

Dra. Vania Figueroa Ipinza. Coordinadora de vinculación de ciencias aplicadas, Centro de Comunicación de las Ciencias

En Chile, las tres principales bases de datos consideradas para medir la productividad académica son: en primer lugar, la Web of Science (WOS), plataforma que recoge las referencias de las principales publicaciones académicas en todas las áreas del conocimiento y que pertenece a Clarivate Analytics, compañía especializada en servicios basados en suscripción, centrados principalmente en el análisis de investigación científica. En segundo lugar, Scopus, que pertenece al gigante editorial holandés Elsevier y en tercer lugar Scielo, biblioteca electrónica que agrupa principalmente a países de América Latina y el Caribe, además de España, Portugal y Sudáfrica.

En la actualidad, los libros y los artículos publicados en revistas indexadas listadas en las plataformas mencionadas funcionan como una especie de “moneda de cambio”, que permite a investigadores(as) acceder a un cargo permanente en las universidades nacionales y obtener nuevos fondos para investigación (principalmente a través de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología CONICYT). Por el contrario, la divulgación del conocimiento generado a través de la investigación en medios masivos, diferentes a revistas indexadas, no funciona como moneda y por lo tanto no tributa significativamente a la carrera académica. Es por esto por lo que, las y los académicos dedican más esfuerzos a comunicar hallazgos científicos en las llamadas revistas indexadas, que no son de libre acceso, que a poner el conocimiento a disposición de la comunidad.

El sistema actual alimenta un lucrativo negocio editorial controlado por no más de 5 compañías a nivel mundial. El modelo de negocio consiste principalmente en adquirir contenido de forma gratuita, en el caso de Chile en su gran mayoría investigaciones financiadas por el Estado, y privatizarlo en revistas de suscripción, para luego cobrar por el acceso. En 2018, los ingresos de Elsevier, el editor académico más grande del mundo, crecieron un 2%, con una ganancia operativa cercana a los US $ 3.2 mil millones, en ciencia, tecnología y medicina, con un margen de ganancias de más del 37% 1. Para ponerlo en perspectiva, el margen de ganancia de empresas como Apple, Google, Netflix o Amazon fluctúan entre el 19-24%, siendo Netflix el que recaudó el margen menor durante el 2018.

Según la ley de presupuesto 2019, Chile destinó alrededor de US$14 millones para el acceso a información electrónica para Ciencia y Tecnología, es decir, para acceder a revistas indexadas 2. El acceso privado a información científica tiene muchas desventajas, una de ellas es que la población general no puede acceder a este conocimiento, por lo tanto, las personas no están informadas de cómo se usa el dinero de sus impuestos para financiar las investigaciones y esto repercute directamente en la valoración del aporte de la investigación a la sociedad. Las Universidades usan dinero público para producir la investigación, pero deben pagar nuevamente para acceder a este conocimiento, es decir, el Estado paga dos veces. Este círculo vicioso está fortalecido por los criterios de la Comisión Nacional de Acreditación, que tienen como principal indicador de la actividad de Investigación el número de publicaciones WOS. El absurdo de basar los sistemas de evaluación en los factores de impacto de revistas indexadas, que a su vez también son medidos y publicados por empresas con fines de lucro, deja a las y los investigadores en una encrucijada en la que están obligados(as) a ceder los derechos de autor de su trabajo de forma gratuita a estas compañías, a fin de garantizar la “supervivencia” académica, en un país donde la inversión en Investigación es la más baja de los países OCDE y por el ello, el entorno académico es cada vez más competitivo.

Chile vive una profunda crisis de su modelo socioeconómico, la academia no es ajena a esta crisis, las instituciones de educación superior albergan todo tipo de desigualdades, que merman su vocación pública. Para volver a construir un puente entre academia y sociedad, es necesario asegurar que la investigación desarrollada con financiamiento público sea también de acceso público. El concepto de acceso abierto al conocimiento ha ganado terreno en el mundo y existen muchos ejemplos que como país podemos imitar. Desde hace 11 años el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH) cuenta con una política de acceso abierto en todas las publicaciones derivadas de investigaciones subvencionadas con fondos públicos 3. La NASA por su parte, también implementó una política para disponer el libre acceso del público a los resultados de la investigación financiada por el gobierno   federal 4. Recientemente, en septiembre de 2018, 11 agencias europeas de financiamiento para investigación científica suscribieron el llamado “Plan S”, que obligará a partir del 1° de enero de 2020, a quienes reciben fondos públicos, a publicar los resultados de sus investigaciones en revistas de acceso abierto 5.

En la actual crisis chilena, la comunidad científica ha sido llamada a aportar soluciones, pero estamos lejos de poder hacerlo y cumplir con la promesa de cambiar nuestro modelo de desarrollo de la mano de la investigación y la innovación. Antes siquiera de pensar en ello, las universidades deben volver a definir su vocación pública, desafiar el “statu quo”, cambiar el modelo de acreditación y sus indicadores de desempeño y trabajar decididamente para fomentar una relación estrecha con el territorio y sus habitantes, donde las personas sean consideradas parte integrante y también participante de la investigación. Este pasado domingo 10 de noviembre se celebró el día mundial de la ciencia con el lema “La ciencia abierta, no dejar a nadie atrás”, para hacer propio este lema, no basta con liberar el acceso a un estudio, sino también se debe garantizar que sea fácilmente comprendido y utilizado por el público general que paga la investigación con sus impuestos. Cuando la ciencia sea realmente abierta, podremos trabajar en soluciones para que nadie quede atrás.

 

 

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