Chile: Un Estado tipo queso Emmental (no confundir con gruyere)

Existe un queso clásico llamado Emmental, el que se caracteriza por parecer muy sólido por fuera, pero cuando se corta un trozo podemos ver con sorpresa que está lleno de agujeros de aire, dándole esa característica única que le ha dado fama mundial.

Carlos Rungruangsakorn. Doctor en Ciencias Sociales, Académico y Miembro del Grupo de Investigación del Rol del Estado Chileno de la Universidad Autónoma de Chile.
Nuestro Estado, si fuera un queso, seria tipo Emmental.
 
Antes de explicar el porqué de dicha clasificación, partamos por convenir ¿qué es el Estado?
 
Existen numerosas definiciones que conceptualizan el Estado, y, en suma, se puede concebir como un órgano rector y conducente de una sociedad que vive en un territorio determinado, al cual se le ha otorgado el poder suficiente para dirigir dicha sociedad tanto en su orden interno como en su contexto internacional. Todos los que vivimos en un país somos parte de la sociedad y pertenecemos a su vez a esta máxima organización social llamada Estado, al cual normativamente debemos adherir instantáneamente desde que nacemos.
 
El Estado como organización, tiene múltiples roles que emergen en la medida que se incorporan temas de preocupación o interés de toda o parte de esa sociedad, a los que va dando cumplimiento por medio de los órganos: ejecutivo, judicial y legislativo. Asimismo, el Estado tiene un poder coercitivo, coactividad y un aparato público para que se cumplan dichos roles. En este sentido, uno podría preguntarse en base a estos factores y a las circunstancias actuales que vivimos, ¿cuán bien funciona actualmente el Estado en nuestro país?
 
Joel Migdal, Profesor de Estudios Internacionales de la Universidad de Washington, indica que el Estado está compuesto por imagen y prácticas. La imagen corresponde al Estado como entidad autónoma, integrada y dominante que controla y genera reglas para el orden social, permitiendo que otras organizaciones autorizadas generen sus reglas de alcance limitado, todo ello en un territorio determinado. La imagen dice relación con la percepción de esta organización e induce a la gente a percibir sus componentes como un todo integrado sólido y que actúa en armonía. Esta imagen estaría conformada por dos tipos de fronteras: la territorial, que es la diferencia entre un Estado y los otros, representada concretamente delimitaciones geográficas; y las fronteras sociales entre el Estado y aquellos sujetos a sus reglas. Es decir, con otros agentes públicos y fuerzas privadas. Por último, esta imagen posee una característica esencial, ya que posiciona al Estado en un estatus elevado, por cuanto éste sería la representación general de la unidad del pueblo.
 
Con relación a las prácticas, esas son las operaciones que desarrolla el Estado y que demarcan la frontera entre el sector privado y el sector público, lo que se expresa, por ejemplo, en una serie de bienes y servicios que son parte de sus funciones privativas. Claramente estas prácticas refuerzan su imagen (y poder simbólico). Sin embargo, también pueden ser negativas e ir debilitando la imagen de este ente. Migdal, indica que son las prácticas las que afectan la imagen del Estado dominante y coherente, y neutralizan las fronteras territoriales y las que existen entre lo público y privado.
 
Antes del Estallido Social, veíamos que existían prácticas desarrolladas por los organismos estatales, las cuales claramente no estaban funcionando y cumpliendo con los fines para las cuales estaban destinadas, pero después de este periodo y sumado a la pandemia del COVID-19, las prácticas ejercidas por parte de nuestro Estado, han producido la destrucción de esa imagen que teníamos o queríamos creer, del “Estado weberiano”, es decir, aquel Estado autónomo con poderes y medios extraordinarios para dominar, se desmitificó, quedando obsoleta la imagen del mismo como una entidad única, sólida y discursivamente antropomórfica.
 
En efecto, nuestro Estado presenta varios vacíos tanto en lo territorial como en su acción en la sociedad. Vemos, que como burbuja del queso Emmental, nuestro Estado ha perdido presencia territorial en muchos barrios de la ciudad, donde la seguridad ciudadana es inexistente y asociaciones de narcotraficantes han tomado esos espacios, mediante estrategias de coaptación o beneficios con dinero, mercaderías y subsidios en salud o mediante la coerción y el miedo. En dichos espacios no entra la policía y ni tampoco la justicia. También ha desaparecido en las carreteras en donde, tal como una sinopsis de película post apocalíptica, bandas de delincuentes persiguen y roban vehículos y realizan múltiples fechorías. También se puede ver en la violación de los derechos de la infancia que ocurre en las instituciones dependientes del SENAME en que el propio Estado no garantiza lo que está en la misma constitución y acuerdos internacionales suscritos referente a la protección de los niños y las niñas. En plena pandemia, vemos que hay una baja efectividad para disminuir el tránsito de las personas en los tiempos de COVID-19, en los problemas estructurales de la salud pública. En el conflicto Mapuche en que no hay solución entre las partes, se han formado grupos paramilitares y se han registrado abusos por parte de las instituciones policiales. En el problema de la formación educativa de los habitantes de este país. Problemas en los derechos de los consumidores, pobreza digital, entre otros.
 
Claramente nuestro Estado, tal como un queso Emmental, presenta vacíos y se convierte para muchos habitantes del país en un estado ausente, lo que es sumamente peligroso, pues permite que grupos como los narcotraficantes no solo ocupen esas áreas, sino que comiencen a capturar espacios institucionales como los municipios, de los cuales hay varios casos que han salido a la luz pública. Espero que en el futuro no tengamos los problemas que tiene México en esta materia.
 
Nuestro Estado y nuestra sociedad en general, se encuentra en una especie de espejismo colectivo, en el cual nos construimos una imagen cuasi idealizada (como una fantasía romántica), de nosotros mismos, sin corrupción, sin pobreza, con altos niveles de eficiencia, al borde del desarrollo, autoproclamándonos como los “jaguares de América Latina”, cuando en realidad somos un gran queso Emmental, con una hermosa cáscara, pero con problemas crónicos estructurales en que nuestro frágil Estado, es solo un reflejo de la precariedad de nuestra sociedad.
 
El escenario es sumamente complejo para el país, el COVID-19 y Estallido Social, solo han desnudado la pérdida de presencia y eficacia del Estado en las fronteras internas ya sean tangibles (barrios) o intangibles (poder). La única vía de solución es una reforma profunda del Estado y eso requiere un nuevo pacto político y social, de otro modo tendremos más burbujas y un queso en proceso de descomposición, lo cual impactará significativa y negativamente en la vida de todos/as los/as ciudadanos/as.
 
Columna publicada en: El Mostrador
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