A sesenta años del terremoto más grande registrado en la historia humanidad: Valdivia1960

La costa chilena se caracteriza por ser una zona de convergencia y subducción de las placas de Nazca, Sudamericana y Antártica, siendo la interacción de las dos primeras la responsable de generar una alta sismicidad. Este proceso produce una liberación de energía tan grande, que nuestros terremotos son descritos de manera superlativa en la comunidad científica, denominándose como “megaterremotos”. No es de extrañar entonces, que para atemorizar a cualquier chileno se necesite de un buen remezón bajo nuestros pies para obtener nuestra reacción o sorpresa.

Dra. Daniela Vásquez, docente, Pedagogía en Historia, Geografía y Ciencias Sociales, Facultad de Educación, Universidad Autónoma de Chile.
Es precisamente por estas características, que el terremoto de magnitud 9.5 del 22 de mayo de 1960 que afectó devastadoramente a la ciudad de Valdivia, ha pasado a ser un hecho histórico a escala global. Y es que justamente hoy, a sesenta años de su ocurrencia, debemos considerar que no se ha vuelto a registrar otro evento sísmico que pueda superar la magnitud del terremoto de Valdivia, lo cual cobró la vida de más de mil seiscientas personas  y dos millones de damnificados.

Además, los subsecuentes fenómenos naturales desencadenados por el movimiento de las placas tectónicas también fueron responsables de generar una gran devastación. Entre ellos cabe destacar el destructivo maremoto de Corral cuyas olas, además de afectar las costas de Chile, generaron daños considerables en lugares tan distantes como Hawái, Japón y Nueva Zelanda.

Sin embargo, los sectores costeros no fueron los únicos afectados, y es que fenómenos de tal magnitud suelen desencadenar otros procesos catastróficos en áreas distantes, como el caso del “Riñihuaso”, inundaciones originadas debido a deslizamientos que represaron el lago Riñihue localizado en la pre-cordillera de los Andes. A pesar de las calamitosas consecuencias de este terremoto sobre muchos lugares del sur de Chile, debemos considerar que este tipo de fenómenos se genera de forma natural, repitiéndose de manera aparentemente cíclica sobre nuestro territorio. Al mirarlo desde otra perspectiva parece justo el poder conmemorar este hecho de relevancia histórica y geológica considerando la otra cara de la moneda, por lo cual nos planteamos la siguiente interrogante: ¿Habrá dejado algún efecto positivo sobre el territorio el terremoto de Valdivia de 1960?

Los humedales que hoy ostenta la ciudad de Valdivia y alrededores, y muchas otras zonas de las costas de la región de los Lagos, la Araucanía e incluso hasta la región de Aysén, deben precisamente su extensión actual al megaterremoto del año 1960. Debido a su mayor lejanía a la fosa, es decir, de aquella profunda franja generada al deslizarse la placa oceánica de Nazca por debajo de la placa continental Sudamericana, la zona costera de esta latitud tiende a hundirse como respuesta a los megaterremotos (ver estudios de Quezada et al. 2012 y Cisternas et al. 2018). Ello, y aunque parezca increíble, como respuesta a un rebote elástico de la corteza terrestre originado por la súbita liberación de energía. Durante el proceso de subducción o hundimiento, hay una fuerza de succión que empuja no tan sólo a la placa oceánica, sino que también arrastra a la placa continental. A su vez se genera una fuerza de resistencia por parte de la placa continental produciendo en ella un “abombamiento”. Cuando los terremotos ocurren esa fuerza deja de actuar, relajando la corteza abombada y por ende, hundiéndose. Así, las zonas cercanas a la fosa se hundirán, tal como ocurrió en el caso de la zona costera anteriormente mencionada, originado extensas y numerosas áreas inundadas, no tan sólo debido al maremoto. Estas zonas corresponden a sectores bajos del relieve, principalmente las llanuras de inundación, antiguas o recientes, de los ríos que desembocan en esta zona tales como los ríos Maullín, Valdivia, Mehuín, Queule, Toltén, Imperial, Monkul entre otros, generando humedales altamente biodiversos y complejos.

Estos ecosistemas, cuyo elemento clave es el agua, se desarrollan como “ecotonos”, espacios de intercambio entre la tierra y el agua sirviendo de hábitat para muchas especies de flora y fauna. A su vez, muchos de estos humedales son también ambientes de entremezcla entre el océano y el río, en cuya desembocadura se desarrollan estuarios y marismas gracias al ingreso de las mareas. Especies endémicas de Sudamérica como el Cisne de Cuello Negro (Cygnus melancoryphus), Cisne Coscoroba (Coscoroba coscoroba), Sietecolores (Tachuris rubrigastra), Trabajador (Phleocryptes melanops) y el Trile (Agelasticus thilius) habitan en estos humedales, otorgándole una importancia en términos de conservación de nuestro patrimonio natural. Además, muchas aves migratorias dependen de estos espacios para descansar y alimentarse luego de un largo viaje desde el hemisferio norte. Tal es el caso del Zarapito de pico recto (Limosa haemastica), un ave playera que es capaz de volar más de ocho mil kilómetros sin pausa alguna para llegar a refugiarse y alimentarse de la rica fauna bentónica que habita en las llanuras intermareales de los humedales del sur de Chile.

Tales llanuras son espacios efímeros, que aparecen y desaparecen diariamente gracias a la dinámica de las mareas, demostrando que estos ambientes son aún más complejos de lo que pensamos. ¿Qué hacer para minimizar el impacto negativo de los terremotos de subducción sobre nuestra sociedad? 

Debiésemos repensar un poco la distribución de las actividades humanas sobre el territorio, a través de una acertada planificación territorial. La presencia de humedales es un buen indicador que no debemos instalar nuestras casas cerca, debemos conservar un margen razonable de distancia. Mantenernos así lejos de los problemas ocasionados por un exceso de agua, ya sea humedad, anegamiento, inundaciones, licuefacción y aluviones, todos los cuales pueden producir irreparables daños y poner en inminente riesgo la vida de las personas.

Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos utilizar estas zonas para ningún uso – ¡Al contrario! Actividades tales como el turismo, con un enfoque de sostenibilidad, podrían ser una buena alternativa, además de utilizar estos lugares como espacios para el ocio, recreación, investigación y la educación al aire libre.

Referencias bibliográficas
Cisternas, M., Garrett, E., Wesson, R., Dura, T., Ely, LL. 2018. Unusual geologic evidence of coeval seismic shaking and tsunamis shows variability in earthquake size and recurrence in the area of the giant 1960 Chile earthquake. Marine Geology, 385: 101- 113.

Quezada, J., Jaque, E., Fernández, A., & Vásquez, D. (2012). Cambios en el relieve generados como consecuencia del terremoto Mw= 8, 8 del 27 de febrero de 2010 en el centro-sur de Chile. Revista de Geografía Norte Grande, (53), 35-55.
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