FONDECYT: ¿quién pierde?

Publicado: 20 enero 2021

El sistema actual de financiamiento de la investigación en Chile se basa en un modelo por competencia que obliga a concursar constantemente: distribuye bajo una lógica individualista y productivista. Esta «productividad» se mide en indicadores cuantitativos: publicaciones; citas; índices de impacto; y los proyectos concursables con financiamiento externo. En este último ítem, los resultados de los tres últimos concursos Fondecyt -principal fuente de financiamiento estatal de la ciencia- muestran cómo año a año disminuye sus tasas de adjudicación, ¿la razón? El aumento sostenido de postulaciones admisibles -investigación de excelencia- no ha ido acompañado del aumento esperado de fondos a repartir. Se pasó de un 49% en el 2011 a un 29,74% de adjudicación el 2021. La lucha por fondos es cada vez más difícil, creando un escenario en que no son los investigadores los que pierden, sino la ciencia chilena en su conjunto.

Dr. Iván Suazo. Vicerrector de Investigación y Doctorados, Universidad Autónoma de Chile
Quienes apoyan este sistema señalan que es eficiente, porque selecciona lo mejor, pero ¿Cuánto tiempo gastan sólo en la formulación de los proyectos? Según Andreas De Block para una convocatoria australiana se gastó el equivalente a 41 millones de euros en el salario de los investigadores considerando las horas trabajadas para formular las propuestas, mientras la convocatoria era de un total de 226 millones de euros. Y eso sin considerar el tiempo destinada a la revisión de pares. ¿Existe correlación entre puntajes de los proyectos e impacto? Al enfocar sus esfuerzos en el resultado final, el que se define a partir de la maximización del beneficio, los pares evaluadores priorizan la investigación aplicada con resultados predecibles y no parece gustarles la ciencia innovadora, interdisciplinaria y disruptiva. ¿Financia la «mejor» ciencia?, tampoco parece razonable que en una misma convocatoria compita un premio nacional con académico cuya carrera se encuentra en desarrollo, cuando se evalúan aspectos que tienden a beneficiar las carreras consolidadas. ¿Cuántos excelentes investigadores quedan en el camino por estar al comienzo de su carrera?
 
Además, la progresiva mercantilización ha creado incentivos perversos para los investigadores generando algunos casos que, siendo legales, están en el límite de la ética ya que el sistema de recompensa incentiva a «permitir» acciones que aumenten los números. Como señala Ellen Meiksins Wood «Los dictados del mercado capitalista: sus imperativos de competencia, acumulación y productividad laboral creciente» llegaron a la investigación. En tanto, Marc A. Edwards y Siddhartha Roy en su artículo Investigación académica en el siglo XXI: mantenimiento de la integridad científica en un clima de incentivos perversos e hipercompetencia, complementan esta idea señalando que «la combinación de incentivos perversos y un financiamiento reducido aumenta las presiones que pueden llevar a un comportamiento no ético. Si llegara a existir una masa crítica de científicos poco confiables, esto podría significar un punto de inflexión en el que la empresa científica misma se vuelva inherentemente corrupta y se pierda la confianza pública, arriesgando una nueva era oscura con devastadoras consecuencias para la humanidad”.
 
Una de las fuentes de esta problemática tendría una respuesta desde la autoridad. «El conocimiento va a ser el cobre del siglo XXI y ahí nosotros estamos comprometidos en nuestro gobierno a pasar de ese 0,34 por ciento actual a un 1 por ciento del presupuesto en ciencia» señaló el mandatario electo en la inauguración del Congreso Futuro 2022. Recibimos con esperanza ese compromiso, pero recordando que cantidad no se traduce en calidad y que además debe ir complementado con un cambio profundo del sistema: flexibilizar las evaluaciones cuantitativas y prevenir las malas prácticas en la investigación.
 
Columna publicada en Cooperativa.
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