Investigar la organización social del castellano chileno permite luchar contra la discriminación y los prejuicios

«Diversas investigaciones y estudios dan cuenta de que los chilenos y chilenas hablamos en correlación con tres factores fundamentales: el estrato socioeconómico, la edad y el sexo. Es así como, por ejemplo, las mujeres jóvenes de estratos altos tienden a pronunciar la <ch> de una manera más tensa, lo que se conoce técnicamente como oclusivizante, mientras que las mujeres de estratos bajos tienden a relajar o fricativizar la pronunciación de ese sonido. Evidentemente, este hecho genera diferencias e incluso prejuicios y discriminación» señala Sebastián Zepeda, de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Chile, sede Talca.

La lengua constituye un dispositivo de construcción identitario, es decir, mediante el uso lingüístico se codifica no sólo el origen geográfico, sino que particularmente en el caso de Chile, las circunstancias socioculturales.

«Es relevante, por lo tanto, generar estudios e investigaciones que describan la organización social del castellano chileno, lo que permite entregar múltiples evidencias sobre las dinámicas sociales y culturales presentes en nuestro país con el fin de luchar contra la discriminación y los prejuicios lingüísticos experimentados por parte importante de la población» analiza el investigador de la Universidad Autónoma de Chile, Sebastián Zepeda.

Y agrega «de esta manera los estudios sociolingüísticos del castellano chileno permiten actualizar las prácticas docentes de los profesores y profesoras que ejercen en el sistema escolar de manera de desterrar discursos prescriptivistas y normativos que plantean formas correctas e incorrectas de hablar y que en el fondo encubren una profunda discriminación social y económica materializada en el lenguaje».

Sebastián Zepeda, investigador, Facultad de Educación, Universidad Autónoma de Chile

¿Cuáles son las principales diferencias en el castellano hablado en Chile según el lugar geográfico? Las diferencias que experimenta el castellano chileno se presentan fundamentalmente en el plano del léxico o vocabulario. En ese sentido, el uso de distintas palabras para referir a un mismo objeto o realidad da cuenta de que la diversidad lingüística está íntimamente vinculada con patrones sociales y culturales.

Por ejemplo, en el norte de Chile, a la marraqueta se le conoce como pan batido, mientras que en el sur se le dice pan francés. Otro caso interesante corresponde a la forma de denominar a la acción ‘de cargar a una persona sobre la espalda ‘. En Chile, encontramos diversas maneras de señalar esta acción: a tota (en el norte); a cuestas (en la zona central, fundamentalmente en la RM); al apa (en la zona centro sur); al hacha (en el sur).

Esto nos habla de la riqueza léxica que presenta la variedad chilena del castellano y la diversidad cultural presente a lo largo y ancho del país. Frente a esto es preciso indicar que la variación léxica constituye un fenómeno común en todas las lenguas del mundo y en cada una de sus variedades y no es más que la constatación empírica de que la lengua es patrimonio de las comunidades de hablantes las que permean prácticas culturales, patrones sociales, diferencias generacionales, etc.

En otros niveles de la lengua, como la pronunciación y la gramática, los estudios constatan que Chile muestra uniformidad en el uso, es decir, no se registran diferencias importantes en las distintas zonas geográficas del país. Sin embargo, el castellano chileno exhibe una profunda variación en el plano social.

¿Por qué el español es distinto en cada país hispanohablante?

La diversidad del castellano americano es un constante tema de debate entre los especialistas. Hay cierto consenso en que al ser traído por los españoles a América constituye el resultado de una serie de procesos de contacto y transferencia generados en los constantes viajes hacia el “nuevo mundo”. En efecto, los viajeros españoles provenían de diferentes provincias de España como León, Castilla, Aragón, Extremadura y Andalucía, entre otras. De esta última zona provenía un contingente mayor lo que produjo una suerte de mezcla o ‘koiné’ entre las diferentes variedades habladas por los grupos de viajeros en favor de la variedad andaluza.

Una vez llegados los españoles al continente americano comienzan nuevos procesos de transferencia y contacto lingüísticos entre el castellano peninsular (el resultado de la koiné) y las diferentes lenguas indígenas habladas en cada uno de los territorios americanos.

Comienza a configurarse una identidad lingüística americana cuyo centro es el castellano, pero que poco a poco va nutriéndose de léxico, pronunciación y gramática de las lenguas originaria. Cuando el proceso de conquista se establece en el continente, arriban desde el viejo mundo múltiples delegaciones de jesuitas y hombres de letras cuya misión central es la de “civilizar” a las poblaciones indígenas. Es en ese momento que comienzan a ponerse en marcha procesos de estandarización mediante la práctica educativa, lo que conlleva la eliminación de rasgos lingüísticos propios de América en favor de una variedad considerada más culta constituida por el castellano hablado en el centro-norte de España o español castizo.

Sin embargo, la lengua encuentra sus propios caminos de evolución y cambio. Cuando los españoles son expulsados de América, las comunidades y sociedades criollas favorecen la construcción de identidades propias en cada uno de los territorios y nacientes países. Esto redunda en diferencias léxicas, fonéticas y gramaticales entre América del norte, Centroamérica, las Antillas, el norte de América del Sur y el cono sur.

Posteriormente, la zonificación del castellano americano adquiere mayores ribetes de variación lo que implica, por ejemplo, que argentinos y chilenos mantengamos diferencias en la forma de utilizarlo. No obstante, hay zonas claramente delimitadas, por ejemplo, el castellano rioplatense hablado en gran parte de Argentina, Uruguay y algunas zonas de Paraguay; o el castellano andino hablado en Perú, algunas zonas de Bolivia y gran parte de Ecuador.

Particularmente Chile se fue configurando como una provincia única en términos lingüísticos lo que dio como resultado un castellano particular y que no existe en ninguna otra región de América. Las causas son múltiples: contacto con el mapudungún, origen de los españoles asentados en Chile, reformas educacionales promovidas por Andrés Bello y otros intelectuales de la época, estratificación social del Chile colonial, etc.

Finalmente, si bien América exhibe una gran diversidad de variedades del castellano, lo cierto es que hay fenómenos que nos unen a todos, como por ejemplo, la pronunciación unitaria de la /s/, es decir, los americanos no hacemos diferencia entre <s> y <z> como sí la hacen los españoles. Este hecho da cuenta que en medio de la diversidad lingüística es posible establecer una unidad en el castellano americano lo que sin duda constituye un importante elemento de identidad cultural.

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