Hidrógeno: rol en la matriz energética chilena

El hidrógeno como vector energético es un libro centrado en las oportunidades del país, que va más allá de las tecnologías disponibles, sino que analiza el día a día de Chile para ofrecer lo que puede ser más beneficioso en el contexto actual. Hablamos con sus autores, los doctores Carlos Fúnez y Lorenzo Reyes Bozo, para analizar por qué tenemos tanto potencial como país y qué rol podría cumplir el hidrógeno en este auge de las energías renovables.

El lanzamiento de la Política Energética 2050 por parte del gobierno «marca la diferencia y un quiebre importante con lo que se había realizado o proyectado hasta el momento. Sobre todo, el énfasis particular en energía solar y eólica en Chile y el compromiso de aumentar la participación de energías renovables en la matriz energética nacional» señala Lorenzo Reyes Bozo, director de Ingeniería Civil Química de la Universidad Autónoma de Chile y uno de los autores del libro El hidrógeno como vector energético, reciente publicación del Centro Nacional del Hidrógeno (España) y el Centro de Comunicación de las Ciencias de la Universidad Autónoma de Chile.

El potencial en energías renovables de Chile es 70 veces la capacidad instalada hoy, suficiente para abastecer al país y exportar los excedentes. «Hay estudios que señalan que con cubrir el 0,5% del desierto de Atacama con paneles solares fotovoltaicos se podría abastecer toda la demanda eléctrica de Chile y con un 10 % cubrir entre el 10 % y el 15 % de la energía que requiere Sudamérica» comenta el español Carlos Fúnez, investigador del Centro Nacional del Hidrógeno de España y coautor del libro. En este contexto «se convierte en tema clave el almacenamiento, y es ahí donde el hidrógeno juega un rol fundamental por su capacidad para transportar energía», puntualiza.

Almacenar energía
«Depende de la cantidad y el tiempo que quieras tener almacenada la energía y cómo se pretenda utilizar posteriormente, existen diferentes alternativas» analiza Carlos Fúnez. En ese sentido «el hidrógeno y las baterías no son enemigos, al revés son compañeros de viaje, pues trabajando conjuntamente se suman las ventajas de ambos, además de paliar o minimizar los inconvenientes».

Una batería es una opción para bajas cantidades de energía y por un tiempo determinado comenta Fúnez. «Por ejemplo, no tiene sentido usar hidrógeno para una casa ¿Por qué? Porque la cantidad de energía no es muy grande y lo que almacenas en el día se usa en la noche. Pero si tengo una planta de energía renovable de 100 megawatt y quiero almacenar 500 megawatt hora de energía -1 MW alcanza para energizar aproximadamente 1000 hogares-, una batería no es factible: tendrías más superficie de baterías que el propio campo fotovoltaico». Y continúa, «el hidrógeno no es la tecnología que soluciona todo. Para ciertas aplicaciones es ideal, pero para otras no».

Un estudio alemán, recientemente publicado, analiza el debate entre la conveniencia de vehículos a hidrógeno y vehículos eléctricos, analizando la cadena de valor completa (desde la extracción de materias primas hasta su reciclaje) «con un resultado muy interesante: si vas a andar más de 250 kilómetros diarios, el coche a hidrógeno es mejor, y si vas a hacer menos te conviene batería. Mi consejo: si no vas a salir de Santiago nunca y haces una media de 50 o 60 kilómetros, cómprate un coche eléctrico. Pero si quieres viajar no vas a poder hacerlo con un coche eléctrico. En el caso de vehículos pesados tipo autobús, camión, tren, el hidrógeno es la mejor opción, pues mientras más severos son los requerimientos en los vehículos, más ventaja tiene el hidrógeno. Al final, no hay que inmolarse con la idea del hidrógeno. Hay aplicaciones en las que sí y hay aplicaciones en las que no, hay que tratar de usarlo donde es necesario».

El libro, en ese sentido, da a conocer las aplicaciones que son beneficiosas y posibles para Chile. «Usar hidrógeno como agente reductor en fundiciones de cobre, como combustible para maquinaria minera subterránea o para producir amoniaco verde. Chile importa mucho amoniaco de otras partes del mundo para fabricar explosivos ―señala Lorenzo Reyes Bozo―, cuando este podría ser producido en el país».

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