Día Mundial de la Salud Mental

Como reporta la Organización Mundial de la Salud: «Cada 40 segundo se suicida una persona y cada año se suicidan cerca de 800.000 personas, más que quienes mueren por malaria, cáncer de seno o por la guerra o los homicidios». Además, el suicidio representa la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años (OMS, 2019).

Dra. Diana Martella Doctora en Psicología Cognitiva y Psicofisiologia

El problema se evidencia en la tasa de suicidio en todo el mundo y sigue siendo un problema de que no se habla lo suficiente y se esconde, representando un estigma social que impide a las personas que sufren buscar ayuda y recibir las curas adaguadas.

Para muchas personas y familias que se enfrentan a una enfermedad mental, la falta de conocimiento y de una ayuda adecuada se convierten en una calle sin salida. Muchas personas desarrollan síntomas antes de los 30 años, pero solo un tercio acude a tratamiento.

Dentro de las principales enfermedades mentales, la depresión es la principal causa de deshabilitad en el mundo. En nuestro País, un artículo publicado en la Revista de Ciencias Medicas en el 2018 informaba que: “Condiciones Neuropsiquiátricas aportan la mayor carga de enfermedad (AVISA) con un 23,2% del total. Ésto se diferencia en algo según sexo, siendo en hombres el 20,4% y en mujeres el 23,2% (Ministerio de Salud de Chile, 2017). Ahora, si se analizan las primeras 10 principales causas específicas por género, algunas enfermedades psiquiátricas están entre las 10 primeras. A saber, en hombres, alcoholismo (causal número 2), accidentes (4), depresión (5), agresiones (6). Hacemos notar que en hombres cirrosis es la tercera, fuertemente relacionada al consumo de alcohol. En mujeres depresión (3), trastornos de ansiedad (4), agresiones (5)».

Personalmente, llevo trabajando muchos años como investigadora en procesos cognitivos de varias poblaciones neuropsiquiátricas, como niños con trastornos del neurodesarrollo (i.e.,Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Trastornos del Espectro Autista, Trastorno Específico del Lenguaje, etc.), adultos mayores con deterioro cognitivo consecuente a Parkinson y demencias, pacientes con ansiedad y con esquizofrenia.

Mi enfoque desde el principio ha sido la Neurociencia Cognitiva que representa una nueva manera de entender el funcionamiento mental implicado en la conducta y su base biológica, ya que une los conocimientos de la neurobiología, la psicobiología y la psicología cognitiva. Gracias a este enfoque multidisciplinario es posible avanzar en el conocimiento de procesos como la atención, memoria, lenguaje y niveles de conciencia, entre otros, en termino de redes neuronales, y también explicar conductas que reflejan alteraciones de estas redes y son sintomáticas de un trastorno mental. Cosa muy importante, estos conocimientos se pueden aplicar para la programación de estrategias útiles en varios ámbitos, desde la neuroeducación que se ocupa de mejorar métodos de enseñanza, al neuromarketing para diseñar publicidad.

El otro aspecto aplicativo muy importante dentro de la salud mental es la posibilidad de implementar intervenciones o tratamientos específicos, uniendo técnicas e instrumentos diferente que puedan responder a una hipótesis explicativa. Para dar un ejemplo relacionado con mi investigación, actualmente estoy liderando un proyecto sobre niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y la posibilidad de aplicar una intervención no invasiva y/o complementaria a la farmacología. El tipo de tratamiento se basa en exposición a la luz, generalmente utilizado en ámbito clínico para tratar la depresión, regularizar el ritmo sueño-vigilia y para problemas del sueño. La hipótesis principal del proyecto se basa en que el déficit de atención no es la causa, si no una consecuencia de una desregulación del sistema noradrenérgico, sobre el cual la luz puede tener un efecto que se va a medir con tareas conductuales y electroencefalográficas.

Columna publicada enEl Mostrador

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