Combustibles sintéticos: transición a nuevas tecnologías limpias

El combustible sintético es un tipo de carburante sin emisiones que se fabrica a partir de CO2 (dióxido de carbono) e hidrógeno verde como únicas materias primas. La combinación de estos dos elementos da lugar a una cadena de hidrocarburo, el que puede convertirse en gasolina, gasoil o un sustituto del gas natural utilizables en motores de combustión como los que se instalan actualmente en los automóviles, aviones, camiones y en otras aplicaciones.

Se obtienen por procedimientos termoquímicos en una industria, en donde se controlan apropiadamente las condiciones de operación del proceso, por ejemplo, la temperatura y presión, uso de catalizadores apropiados, entre otros. A partir de hidrógeno verde, dióxido de carbono y electricidad de una fuente renovable, se producen hidrocarburos livianos y pesados con una composición y propiedades equivalentes a los combustibles fósiles de origen natural.  

Tanto el CO2 como el H2, se consideran neutros en carbono. Por lo tanto, los combustibles sintéticos son carbono neutral siempre que la electricidad utilizada en el proceso provenga de fuentes renovables, no generando contribución a los gases de efecto invernadero ni en su producción ni en su uso.  

«Los combustibles sintéticos pueden jugar un rol atractivo en la transición energética, pues no requieren un cambio de tecnología para su uso, ya que se pueden usar directamente en los motores de combustión interna que existen en las distintas aplicaciones del transporte y la industria. No es necesario esperar el desarrollo de nuevas tecnologías o que se generen las condiciones de mercado para introducirlos» analiza el Dr. Lorenzo Reyes-Bozo, director de Ingeniería Civil Química de la Universidad Autónoma de Chile.  

Permiten además una reducción significativa de las emisiones de CO2 respecto de las emisiones generadas por el uso de combustibles fósiles, por sobre un 70%. Poseen una mayor densidad energética respecto de las baterías, ofreciendo una solución a aquellas aplicaciones donde la electricidad aún no tiene respuesta, por ejemplo, en la aviación y el transporte marítimo.  

«Los combustibles sintéticos líquidos y gaseosos son fáciles de almacenar y transportar, pues se utiliza la misma infraestructura, logística y puntos de distribución que hoy ya existen para los combustibles fósiles. Desde el punto de vista químico, son hidrocarburos puros y por ello se pueden utilizar directamente en los motores de combustión interna, sin cambios importantes en el diseño del motor» complementa el investigador.  

Mejoran la calidad del aire, pues su uso produce menores emisiones de material particulado, emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), óxidos de azufre (SOx), entre otros. A partir de los compromisos del Acuerdo de París, el uso y aplicación de combustibles sintéticos representa una vía en el corto plazo para la transición energética y bajar las emisiones de gases de efecto invernadero, sin la necesidad de cambiar la tecnología existente.  

Las grandes compañías automotrices, como Audi y Porsche, están avanzando en el desarrollo de combustibles sintéticos, basados en la producción de hidrógeno verde obtenido a partir de electrólisis de agua con fuentes renovables de energía y la captura de dióxido de carbono. De esta forma, se podrá utilizar la actual tecnología de combustión de sus vehículos, a pesar de que en paralelo avancen en modelos eléctricos.

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