¿Cara de póker? El reconocimiento de emociones no se trata solo de expresiones faciales

Estudio revela que el contexto influye en el reconocimiento de las emociones, desafiando la creencia común de que nuestros rostros por sí solos revelan nuestro estado emocional.

Las expresiones de nuestros rostros son de suma importancia para la interacción social, ya que transmiten información sobre las emociones y las intenciones sociales de otras personas, guiando nuestro comportamiento. Por ejemplo, si creemos que una sonrisa transmite felicidad, ofreceremos una sonrisa a cambio, por el contrario, si creemos que el entrecejo arrugado demuestra tristeza ofreceremos consuelo.

La observación de las expresiones faciales en otras personas también desencadena expresiones en nuestros rostros, a través de la activación espontánea de nuestros músculos faciales. Por ejemplo, si observamos un rostro enojado nuestro músculo corrugador superciliar -ubicado en la parte interna de cada ceja y que permite “fruncir el ceño”- presentará una mayor actividad que si observamos rostros felices y neutrales.

No obstante, la historia no es tan sencilla, diversos estudios han demostrado que la percepción y las activaciones musculares no siempre son consistentes con la expresión facial emocional observada y que el contexto influye en el procesamiento emocional.

Estos datos motivaron a investigadores(as) de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad Autónoma de Chile en Temuco, Universidad de La Frontera, y  Universidad de Lyon, Francia a determinar si un contexto violento influye en la percepción de agresividad en rostros enojados y neutrales y si esto se relaciona con la actividad del músculo corrugador superciliar.

Como parte de la estrategia experimental, el equipo de investigación creó un conjunto de oraciones que describían acciones realizadas por un hombre, sesenta violentas (por ejemplo, «Él la empujó intencionalmente»), y sesenta neutrales (por ejemplo, «Le entregó la silla»). Todas las oraciones fueron validadas en 78 participantes (59 mujeres) a través de un cuestionario que permitía calificar el grado de violencia percibida para cada acción, el que fue estadísticamente diferente al obtenido con oraciones neutrales.

Por otro lado, se seleccionaron desde la base de datos del Instituto Karolinska, Suecia, fotografías de los rostros de 30 modelos (hombres), cada uno con expresión de enojo y neutral. Las imágenes fueron seleccionadas luego de solicitar a 30 participantes (18 mujeres) que calificaran la agresividad expresada en cada rostro, con una escala de 0 a 7, donde 0 significaba «nada agresivo» y 7 significaba «extremadamente agresivo». Las caras seleccionadas mostraron diferencias estadísticamente significativas en la agresividad percibida, entre sus condiciones de enojo y neutral.

Luego de validar las oraciones y fotografías, el equipo de investigación evaluó cómo la actividad del corrugador, provocada por la observación de rostros enojados y neutrales, varía de acuerdo con las señales afectivas contenidas en oraciones contextuales precedentes que describen acciones violentas. Para esto se les solicitó a 28 participantes (14 mujeres) que observaran una pantalla de computador que exhibía las fotografías seleccionadas de rostros enojados y neutrales en un fondo negro.

Cada ensayo iniciaba con una pantalla en negro con una cruz de fijación por una fracción de segundo, seguida de una oración (violenta o neutral) por dos segundos, luego nuevamente una pantalla en negro con una cruz, por una fracción de segundo, seguida de la fotografía de un rostro (enojado o neutral) por una fracción de segundo, para culminar con una pantalla negra para responder.

La mitad de los participantes tuvo que presionar «z» para responder «expresa agresividad» y «m» para responder «no expresa agresividad». Para contrarrestar, la otra mitad de los participantes tenía las mismas claves de respuesta, con el significado invertido. Los participantes vieron los mismos 30 modelos con sus rostros enojados y neutrales en ambos contextos (oraciones violentas y neutrales), por lo que cada rostro apareció dos veces en cada condición. Durante el experimento se registró la actividad del músculo corrugador superciliar utilizando electrodos.

Los resultados muestran niveles más altos de agresividad percibida, respuestas más rápidas y mayor actividad del músculo corrugador superciliar para rostros enojados que para los neutrales. Además, la atribución de agresividad a rostros enfadados y neutrales varió según el contexto, observándose un gran aumento en la atribución de agresividad, cuando aparecían rostros neutrales en contextos violentos que cuando aparecían en contextos neutrales, junto con un aumento significativo de la actividad del músculo corrugador superciliar y tiempos de reacción más largos, y exactamente lo contrario para rostros enojados precedidos por contextos neutrales.

La investigación es congruente con la hipótesis de que las reacciones faciales dependen de cómo atribuimos las intenciones emocionales en función de la información contextual cuando percibimos rostros, incluso cuando son rostros neutrales, probablemente bajo un procesamiento de control de tipo descendente. Es decir, (1) ocurre un estímulo, (2) nuestros patrones de pensamiento nos brindan un poco de «diálogo interno» sobre lo que percibimos y (3) sentimos algo basado en nuestros pensamientos sobre el estímulo. Lo que sugiere que las reacciones faciales observadas no son una simple respuesta motora emparejada, sino más bien son indicativas del contexto emocional que enmarca el significado de los rostros. Así, un rostro aparentemente neutral puede parecer menos neutral cuando se enmarca en un contexto de agresividad, lo que desencadena reacciones faciales en el observador que se esperaría en respuesta a rostros enojados, es decir, actividad del músculo corrugador superciliar.

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